En 1922, Virgílio Aristides Tavares abrió por primera vez las puertas de Ourivesaria Tavares en Póvoa de Varzim. Muchas mujeres entraron en el número 54 de la Rua da Junqueira, con sus maridos en el mar, depositaban toda su esperanza y fe en el oro, y en él tenían la garantía de su sustento en tiempos inciertos.

Las joyas nunca han sido sólo joyas, siempre han representado algo más grande y profundo. Compramos joyas para marcar logros, eternizar pasiones e inmortalizar recuerdos. Desde el primer día, Tavares ha sabido que, más que fabricar joyas, su misión es eternizar momentos.

Este respeto por las joyas se ha transmitido de generación en generación, con unos pilares tan bien cimentados que la dirección nunca ha cambiado. La historia de Tavares se escribe al son del viento y las olas de Póvoa de Varzim, manteniendo el pulso de la tradición a lo largo de los años.

100 años es sinónimo de herencia, pero también de innovación. Ninguna marca dura un siglo si no es capaz de reinventarse. Con este centenario, Tavares empieza a escribir otro capítulo. Un capítulo que pertenece a este tiempo, a pesar de tener raíces profundas.

Las joyas forman parte de la vida cotidiana de cada vez más personas, sin barreras generacionales y sin los rígidos protocolos de antaño. No hay momento más emocionante para marcar victorias y logros con piedras preciosas que hoy. Nuestra historia sólo puede escribirse con la de nuestros clientes. Así era en 1922 y así es ahora.